¡En: La Voz de los Jóvenes Rurales!

Por: Rocío Moreno Robayo

Ella también sobrevivió a la Guerra

Escrito por: Gloria Rocio Moreno Robayo

Tal vez ella no empuñó un arma, es más las únicas que conoció en su vida fueron su cuchillo de cocina y su machete de cortar leña, pero aun así se vio envuelta en una guerra que padeció como tantas madres, desde el balcón de la incertidumbre, tras la cortina de la espera como aquel espectador de la ópera que espera el desenlace de la historia sin poder intervenir más que en la pura observación del acto. Los días de aquella madre transcurrían entre la crianza de sus hijos pequeños y las evocaciones de las cuales era objeto su hijo mayor, ella no podía evitar que sus pensamientos volaran en busca de acompañar el joven corazón de aquel ser fruto de sus entrañas que castigado por las circunstancias buscaba poder sobrevivir a las balas.

Ahora que la tengo frente a mí, que la veo con detenimiento descubro que sus arrugas y sus achaques no son tan solo por los años, no, van más allá, esconden las angustias y sufrimientos a los que fue sometida por causa de la espera y su tiempo, días enteros sin saber de su hijo ni el cómo se encontraba, si comía, si dormía, que pensaba, que sentía, en fin esas cosas que siempre tienen en cuenta ellas, solo podía confiar en su corazón de madre, ese que al parecer lo sabe todo ese mismo que sufría con las confusas y crueles noticias que llegaban muy de vez en cuando y que de manera certera hirieran las esperanzas de muchos otros que como ella aguardaban el día en que verían llegar a sus hijo con la cabeza en alto y el orgullo que produce el deber cumplido.

Pero para cada quien la suerte o destino, como quiera que se le llame viene de diferente manera, algunos tuvieron que llorar amargamente su perdida, mi madre no sin compartir el dolor de los demás, pudo ver con la más inmensas de las dichas que alberga el corazón el regreso con vida de su bien amado muchacho. Lo que nunca llego a imaginar es que con el tiempo, ese mismo que consigo suele a traer amargas sorpresas, ella, mi madre, se vería obligada a repetir una vez más la angustiosa espera, como si la vida le dijera que no habían sido suficientes los sufrimientos padecidos hasta ese momento y que debería repetirlos de la misma forma cruel y terrible, todo esto sin esperar recompensa.

De mi parte solo recuerdo que me sentía orgullosa de que mis hermanos fueran soldados que defendían a la patria, solo hoy me doy cuenta de su verdadero significado, ellos lucharon en contra de hombres e incluso mujeres que como ellos defendían algo, un ideal que en mi humilde opinión había perdido su nobleza; porque estoy segura que las ideas e ideales cualesquiera que sean pierden su sentido noble en el mismo momento que para defenderlos se emplea un acto de violencia que afecte a nuestros semejantes, a nuestros hermanos, a nuestro iguales.

Pienso en tantos que como mis hermanos eran hijos de madres que los extrañaban o quizá aún los extrañan, que se consuelan con la idea del pronto regreso; tal vez ellos fueron por un camino equivocado o no tuvieron oportunidad de elegir o inclusive creían hacer la diferencia, lo único cierto es que unos y otros, soldados y guerrilleros, hijos madres y hermanos heredamos una guerra que no pedimos y que en su amplia mayoría no entendimos, una guerra de la que por supuesto nunca fuimos merecedores, que culpa tiene esta generación de que las ideas o más bien las ambiciones de unos cuantos se arraigaran en el corazón hasta el punto de despertar rencores que destruyeron personas, familias y pueblos enteros, además de enfermar a la sociedad con ese cáncer llamado odio.

Tengo que aceptar que soy una de tantos colombianos que no tienen muy claro lo del proceso de paz pero no hay que ser letrado para entender que la base para la paz es el respeto, el perdón y la reparación. Quienes somos nosotros para juzgar al otro y mucho más sin conocer su historia de vida, sus motivos, sus razones.

Admiro a mi madre y su tenacidad para soportar la guerra, la parte que le toco vivir, pero la admiro más cuando le escucho decir que aun cuando no está del todo de acuerdo con los resultados del proceso de paz admira a quien procuro que se diera, dicen por ahí es más difícil conseguir la paz que hacer la guerra, y en mi opinión es verdad, es más valiente aquel que se defiende con argumentos que con balas y estoy segura que esta generación está conformada por valientes que le apuestan a la paz y a la reconciliación…

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